exposición Oikoumené, "Todos somos uno"
Proyecto “Dadaguerreolage”rnrnEl trabajo de Bozzani nace de los Daguerreotipos y Ferrotipos, revisados a través de técnicas y alquimias modernas resultado de años de búsqueda. Recuperando fotografías de autores desconocidos, el artista intenta revivir al sujeto fotografiado en una dimensión fuera del tiempo del observador.rnrnBozzani, fotógrafo de formación con larga experiencia internacional en el campo de la música y la moda, quedó fascinado por los daguerrotipos y ferrotipos, porque gracias estas técnicas “antiguas”, no solo podemos dar vida a los rostros de los primeros sujetos fotografiados en la historia del hombre, sino que además, encontramos huellas concretas de quiénes los han realizado: láminas de hierro o placas de vidrio revestidas por productos químicos conservan en efecto, huellas digitales de estos autores desconocidos.rnrnEn perfecta comunión con el espíritu de los pioneros de la fotografía, Bozzani interviene sobre aquellas imágenes con las manos desnudas, manipulándolas, ensuciándose con los dedos, amasando materiales, para dejar intencionadamente imperfecciones y residuos sobre la fotografía inicial.rnrnDe este espíritu nace el nombre del proyecto Dadaguerreolage, de “Dada” (movimiento artístico), “Daguerre” (de Daguerreotipo) y “Lage” (técnica del “bricolage, assemblage, decoupage, montage”…). Las imágenes ocupan el interior de las señales de tráfico, aquí entendidas como “Las calles de los cantos”, de los aborígenes australianos, que nos reconducen a casa, señales para descodificar el camino que nos lleva a nuestro interior, a nuestros recuerdos más profundos.rnrnBozzani, que a finales de los años ochenta fue pionero en esta búsqueda, usó la luz de neón como sustituta del sol, creando una nuevo “sol”. Hoy utiliza la luz reflejada por materiales reflectantes que ya forman parte de nuestra vida cotidiana, para iluminar sus trabajos. La señal se vuelve por tanto manantial luminoso que primero ciega y luego desaparece, mientas que la imagen colocada en el centro, absorbe la luz y emerge para luego reconquistar todo el espacio. En este punto, queda claro que el tiempo de exposición en sus obras, ya no lo establece el obturador, sino el propio espectador.
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